Turín: clases, vida eclesial y compromiso social
Francesco retorna a Turín con varias ideas a concretar relacionadas, especialmente, con sus dos pasiones: la ciencia y el trabajo social como expresión de su arraigada fe. Decide acercarse a la universidad para emprender un curso de análisis superior en matemáticas, con el propósito de mejorar y actualizar la carrera de esta ciencia formal en su país, aunando a los trabajos ya realizados por Cremona y Brioschi. Para no tener problemas con sus colegas, dado que el currículum sólo prescribía “análisis matemático”, desarrolla sus cursos de manera independiente y autónoma, enseñando teoría general de la eliminación, teoría de las funciones elípticas, teoría de los invariantes (de las funciones y los residuos), y teoría de los determinantes, etc. De esta forma, Turín comenzaría a entrar en la vanguardia matemática, continuando la línea de investigación abierta en otras ciudades europeas.
Recibe la autorización de la administración pública el 27 de febrero de 1857 para impartir clases de análisis superior y astronomía. Inicia sus clases con la célebre PA, mostrando la experiencia francesa de investigación matemática y tratando de ofrecer un bosquejo de lo que él consideraba “la investigación científica”. De numerosos alumnos, gracias a la constancia de la práctica docente de Francesco, pudo extender hasta dos años el curso de matemáticas y cuatro el de astronomía (aunque en la sede de los museos). Paralelo a ello se presenta como candidato al Parlamento Subalpino para poder dedicarse con más prontitud a la cuestión social pero al no contar con el apoyo político necesario perdió las elecciones. Igualmente, proyecta, siguiendo la lógica aprendida en la Conferencia en Francia, hornos económicos que logren paliar la situación de miseria de la mayor cantidad de habitantes de la zona que durarán diez años, como así también, luchará para que la clase trabajadora tenga días de descanso en las fiestas.
“(…) el aumento del trabajo, la disminución del salario en muchas industrias, el acrecentamiento de la población y tantos otros motivos requieren de la institución de un Obra que sin demandar mucho a las bolsas, apueste un remedio eficaz a la miseria, la cual suele manifestarse mayormente al aproximarse la estación invernal. Esta es la obra de los hornos económicos, la cual tiene el fin de vender los alimentos preparados a módicos precios, y por medio de la economía proveniente del aprovisionamiento y de la cocina en grande, así como el concurso pecuniario de los Benefactores y de los mismos pobres. Horno económico es un local; mediante hornos económicos se preparan, se distribuyen los alimentos a los compradores, y pueden consumirlos en su lugar, o llevarlo a domicilio. Esta obra no es nueva, una larga experiencia coronada de los más felices sucesos han hecho necesaria y popular en Francia, en Bélgica, en Florencia, en Bologna, en Roma”.
Pero éstas no serán las únicas acciones a favor de los más necesitados: constituirá la Opera di Santa Zita, donde se dedicará a las mujeres especialmente, y de muchos de los desfavorecidos sociales de Turín podrán encontrar un trabajo digno (regulado por horarios, por tareas y descansos, acorde a la edad y a las posibilidade personales), higiene (podrán utilizar novedosos mecanismos de limpieza, y agua caliente para lavar ropa), formación humanista y religiosa integral (el propio Francesco será docente), y un lugar donde refugiarse para cuando lleguen a ancianas. Creará el Pensionato San Giuseppe per signore di civil condizione, para mujeres de buen pasar económico que ayudará a la Opera nombrada. En estos lugares, irán muchos sacerdotes envejecidos y pobres de la diócesis que, a cambio de impartir los sacramentos, podrán tener un lugar donde cobijarse en los últimos días de sus vidas. Asimismo, pensará en las mujeres con defectos físicos y psíquicos armando la Clase de las Clarinas, espacio que posibilitará su resociabilización por medio de un trabajo; el Pensionado para trabajadoras ancianas; Clase de los educandos (alfabetización básica para niños); Clase del enfermo y del convaleciente (supletorio de un lugar sanitario para pobres); y Clases de las Maestras Estudiantes e Institutrices (espacio de formación a futuras docentes); etc.
La cuestión de la dignidad de la mujer fue una constante en su vida, que concrectizó en las nombradas gestiones sociales, pero también en otras que han quedado veladas por el silencio. Fruto de su reflexión y experiencia con las mujeres, aunque tímido y reservado no dudó en aportar lo necesario, e. e., tiempo, dinero, etc., para que la donna pudiera ser dignificada, y que puede ser visualizada en varios puntos: en el plano de la fe, la mujer era considerada a estas alturas de su edad como hermana de Jesús (dignidad mayor) o como esposa de Jesús (en el caso de las religiosas); en el plano social, en función de la importancia de su rol en el mundo en todos los campos, como el familiar, el eclesial, educativo y laboral; en el plano religioso, porque las religiosas que estarán a su cargo serán las herederas espirituales que, por un lado, conjugarían la acción y la oración por las almas del purgatorio (centro de sus desvelos personales), y por otro, continuarían con su obra social; y el plano humano:
Es cosa singular que mientras la sociedad por medio del Gobierno o de asociaciones privadas subvencione jubilaciones, pensiones a escribanos, acomodadoras, tipógrafos, manufactureros, etc., no piensen en proveer de un pan para siempre seguro a las pobres mujeres de servicio, las cuales no han hecho menos que otros sudado y sufrido en el trabajo, no por algunas horas del día como los empleados y los operarios, sino de noche y de día bajo el yugo, por cierto no siempre suave, de sus empleadores.
Para lograr que la mujer pueda tener su espacio de formación y de compromiso religioso, considera oportuno dedicar parte de su tiempo, como ya venía haciéndolo desde 1854, a la música, puesto que la consideraba con un rol importante en la sociedad como vehículo de enseñanza. La música será considera querida por sí, como una expresión artística, y también por poseer un carácter eminentemente educativo. La música puede deleitar los oídos (valor artístico), pero también puede ser un instrumento de evangelización, de moralidad y de conversión (valor benéfico). Francesco considera esta perspectiva atractiva porque pudo visualizarlo en los oratorios de Don Bosco y de San Leonardo Murialdo. El primero amaba el canto gregoriano y difundía los cantos populares, y el segundo, era un considerable promotor de una escuela de canto para niños. Desde su “Reglamento” podemos captar, incluso, la esencia del programa de Francesco:
La escuela de canto (…) tiene por objetivo sostener a las jóvenes el Oratorio, con el fin de asistir en los días festivos, a que se habitúen a cumplir los deberes religiosos, y tengan una conducta moral y cristiana. Serán excluídos de lo que se considera que es parte negligente en las funciones religiosas del Oratorio, que tienen una mala conducta notoria, o que fuesen causa de graves encierros entre los compañeros y a menudo renuentes a las órdenes y a la disciplina establecida (…).
Francesco escribía ya en 1855 sobre las virtudes que consideraba importante señalar de la educación musical:
Cuando observo entorno a mí en toda la Iglesia de París como los sagrados Cánticos son divulgados y cantados regularmente cada Domingo y sobretodo en Cuaresma y en el mes Mariano, me duele verdaderamente que no lo podamos hacer para nosotros. (…) [Deberíamos] aspirar a la práctica del bien (…) teniendo la mente ocupada por los propios deberes, de santos pensamientos y de la Divina verdad. Para esto sirve admirablemente el canto (…).
Pero también sobre sus intereses musicosociales:
(…) el mérito de esta buena y pía obra del canto no consiste en la construcción de las estrofas y en la poesía, sino más bien en aquel acto mismo de cantar cosas y afectos religiosas para honor de Dios y edificación del prójimo.
Lo que llevó a Francesco a pensar en la necesidad de hacer música, y de constituir un espacio de enseñanza del canto, fue su experiencia parisina, que lograba formar y educar a las niñas para preservarlas de la degradación moral y acercarlas a las virtudes cristianas; y por la influencia de San Agustín, ya que reconocía el poder excesivo de los placeres del oído, y comprobaba que la armonía musical contribuye a exaltar la llama del espíritu.
También se encargará del aspecto religioso, edificando la Iglesia Nuestra Señora del Sufragio, para orar por las almas del purgatorio. Para lograr un buen trabajo logra el encargo al famoso arquitecto de Vercelli, el Sr. Mella. En 1866 logra la aprobación del proyecto por parte del Ayuntamiento. Al año siguiente se realizan los primeros trabajos internos desde su habitación donde estará pensado el altar con un techo de materiales traídos desde Alemania. Formalmente los trabajos comenzaron en 1869, ya que desde su aprobación, las autoridades estaban preocupadas porque ya había otras iglesias en la calle San Donato. La construcción continuó sin sobresaltos hasta el trienio 1870-73, en el cual se llegó a detener la obra por problemas económicos. Para continuar con los trabajos, Francesco recurrió a donaciones, recibiendo generosas contribuciones de Pío IX, el rey Vittorio Emanuele II, el conde Federico Scoplis di Salerno, el clero y los fieles.
Para acelerar la entrada de dinero, se le ocurre fundar una comisión pro templo que, utilizando varias propuestas, a saber, venta de billetes de lotería, venta de periódicos, etc., ayudarán para la terminación de la obra. Cuando la construcción finalizó, Francesco realizó un concierto en honor de los benefactores. Aunque la arquitectura general de la mayoría de las iglesias turinesas eran de tinte barroco y clásico (herencia del s. XVIII), Mella convenció a Francesco a que eligiera un sistema neobizantino. Francesco aceptó pero modificó las ideas principales, por ej., las tres alas que proponía el arquitecto, para lograr un espacio más amplio y así entrara el mayor número de personas.
La Iglesia fue consagrada el 30 de octubre de 1876 por mons. Gastaldi, bajo el título de Nuestra Señora del Sufragio, y se dedicará para la oración en favor de las almas del purgatorio y de los caídos en guerras.
Por favor, permitir a un antiguo condiscípulo y comilitante vuestro, dirigir una oración por todo el privilegio vuestro que han dado únicamente para la gloria del Ejército. Conociendo de cerca cuánto se esconde de fe, y cuán noble y generosamente siente el corazón del militar, espero no equivocarme en invocar vuestra competencia por cuanto iré exponiendo. Me dará ánimo por tanto, a participar porque, movido por el abandono en la cual se encuentran tantos pobres difuntos, sobre todo tantas víctimas cosechadas en la última guerra, consideré hacia 1863 abrir un Santuario de oración y de expiación. Si en el Osario di Solforino se honran las cenizas de los que ofrecieron su sangre por la patria, aquí se procurará, uniendo la Fe y la Caridad, de llevar el tributo que por la humana fragilidad le debemos a la divina Justicia. Que nuestros guerreros encuentren el alivio de aquella esperanza de paz, que luego de tanto tiempo, ahora suspiran a las propias almas.
Pensando en el sostenimiento no sólo material sino espiritual de su apostolado obtiene permiso para fundar una congregación que llamará Hermanas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio. Esta institución religiosa fue pensada para sostener la dimensión temporal de las actividades de Francesco, al hacerse cargo de una porción importante de los pobres de Turín (especialmente de las mujeres), la dimensión religiosa-espiritual en la que se dedicara la oración por las almas que purgan antes de estar contados entre los bienaventurados.
Las primeras mujeres que lo buscaron, comenzaron en 1868-69, y la primera vestición oficial fue en 1881.
En la dulce esperanza de procurarse la gloria de Dios con vuestra competencia para trabajar en su viña, tengo pensado admitir a la vestición de Hermana del Sufragio junto con otras en Turín. Se podrá hacer en diciembre. Espero interpretar vuestras pías y sinceras decisiones (…) debe prometer: obediencia ilimitada, indiferencia a todo excepto en el amar a Dios, celar la gloria de Dios, la salud de las almas, los intereses de la Congregación y de la Casa. Podría sugerirle, sobre todo, de hacer un mes de los muertos, que sea un retiro, para vos dos, en el cual se aprende a morir al mundo y a vivir solo para Dios. (…) Podrá añadir las oraciones que quiera. Pero lo ensencial es fijarse bien en mente vuestros deberes (…).
Los problemas que tuvo que afrontar fueron múltiples y arduos, ya que en el momento de la formación de las postulantes Francesco era un laico. Pero no lo amedentraron las circunstancias, ya que la necesidad de sostener su obra era de mucha importancia. Al fundar la Obra de Santa Zita, necesitaba colaboradoras que funcionen activamente en el orden y mantenimiento de la casa, que se consideren orientadoras en el ámbito moral y religioso, y que sostengan a las residentes con entereza. Al comenzar la obra, tuvo la oportunidad de ser ayudado por algunas señoritas, las “maestras”, que colaboraron eficazmente, pero pronto se dio cuenta que la necesidad era tanta que era fundamental la presencia constante de mujeres solícitas, ya que su propuesta socioeducativa debía tener algunas hermanas que mantuvieran el espíritu. En 1864, el p. Anglesio había enviado algunas de sus hermanas
(…) que pertenecen a la Casa solo por obediencia, no pueden tener todo el interés; viviendo bajo otro espíritu y otra dirección, difícilmente se pliegan a las órdenes y a los deseos de una Dirección diversa. De más, los oficios nuevos, las nuevas ocupaciones y muy variadas las cuales necesita someterse en el Conservatorio (…) la hacen de mala gana sin soportar los pesos. Tienen los pies adentro y la cabeza afuera. De esto no tienen culpa (…) Cada planta ama un terreno y un clima propio y no echa raíces fuera de su lugar nativo; sin embargo, cada planta es estimable y agradable.
Pero al pasar el tiempo, y reforzando esta mirada que tenía Francesco, las hermanas del Cottolengo se fueron del Conservatorio y se retornó al sistema de “maestras”. La preocupación de Franceso iba en aumento, y el deseo de ver concretado el sueño de tener religiosas a cargo de la obra era cada vez mayor:
Una casa no puede no andar bien material, moral y religiosamente sin una corporación religiosa. Puede haber personas seculares excepcionales, pero no serán jamás en número, jamás de acuerdo, jamás duraderas en el lugar, jamás celantes y jamás llenas de sacrificio al bien de las almas. Pueden contentarse de las maestras seculares que sólo se miran a sí mismas, a su propia vida, poco o nada al bien de las almas. Pero quien mira a Dios, a dejar por siglos una sucesión de bien, no puede hacerlo sin religiosas.
En 1881 se logró la aprobación diocesana y el nombre de “Hermanas Mínimas”, pero como ya había muchas congregaciones con ese nombre, enseguida se extendió el nombre de “Hermanas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio”. Las integrantes debían vivir el carisma desde dos perspectivas, a saber, la activa, en la que su atención es, primero, la asistencia y dirección del Institito, y segundo, hacerse cargo de los moribundos pobres cuando el número de religiosas sea considerable; y la contemplativa, basada, según la mirada del capellán jesuita Vittorio Ferrari, en la interioridad y la perfección moral. El lema ignaciano de mayor gloria a Dios, se reflejaba en el celo que debían tener las hermanas por la salvación de las almas. Pero esta vertiente católica no era la única. Francesco consideró oportuno continuar con una estructuración religiosa en las actividades y la oración proveniente de la congregación francesa de las Auxiliatrices des âmes du Purgatoire.
El gesto de Francesco parecía temerario y difícil, especialmente por la situación que pasaba la Iglesia Católica en Italia, pero pudo lograr su cometido. En el primer Reglamento puede verse que:
El objetivo de la Congregación es el de santificar más fácilmente la propia alma con la distancia del mundo y con la observancia en común de las virtudes cristianas, así como de sufragar por las pobres almas del Purgatorio, con devociones especiales y con la consagración a ellas de la ventaja de todas sus propias acciones. A la Congregación son especialmente confiadas bajo la dirección del Superior de la casa, las diferentes clases de las instituciones que podrá abrazar con el tiempo el Conservatorio del sufragio y, si Dios quiere, se les dará también el encargo, con el tiempo, de asistir a los moribundos, especialmente a los pobres.
Paralelo a ello, en 1860 obtiene por decreto imperial el título de Doctor por el Reino. A fin de año alcanza la posibilidad de enseñanza de Análisis Superior. Luego logrará la agregación, pero fue anulada por el rector universitario y el presidente del Consejo el acta por las dudas de la votación (21 votos sobre 25 miembros) A pesar de todos estos inconvenientes, el 21 de noviembre de 1861 se celebraba la ceremonia y Francesco leía VS. Al quedar la cátedra de análisis superior vacante, se propone a Francesco como uno de los sucesores directos (incluso afirmado por el anterior prof. Genocchi), pero Brioschi, Secretario de la Instrucción Pública, no acepta que pueda enseñar. En 1862 se introdujo en la carrera de matemáticas, como curso fundamental, astronomía y, aunque Francesco fue apoyado por el director de la Facultad y por el rector Ricotti, para acceder al cargo, nuevamente recibió una negativa como respuesta. Alessandro Dorna será el profesor de ambas cátedras. Francesco, ante tal situación laboral relacionada con la docencia, ve declinar sus ambiciones e intereses en la universidad, y se dedica a la enseñanza de los primeros niveles de lo que hoy llamaríamos Secundario, fundando Il Liceo.
La cuestión social, la preocupación por el más necesitado va cobrando mayor empuje, construyendo los Baños y Lavatorios Públicos Económicos, para que la clase obrera, empobrecida, pueda tener los mismos privilegios que los hombres y mujeres de la burguesía y aristocracia, como es el acceso a un baño caliente, y un lugar de trabajo para que muchas de las mujeres prostitutas y sirvientas puedan independizarse.
Si el Municipio por tanto se dignara a otorgar la adecuada ayuda, no deberá dudar hacer cosa digna de sí, de Turín y de Italia. Promoviendo este Establecimiento modelo, la ciudad tendrá en poco tiempo Baños y lavatorios para uso de la gente pobre, y se habrá suscitado un instituto modelo (…).
Del mismo modo trabajó junto a Don Bosco por el contrato laboral, impulsó un día de descanso en las fiestas, y pensó en la “salubridad laboral” de los empleados.
En 1863 funda la Biblioteca mutua postal, primera en su país, con el propósito de divulgar los avances científicos y demostrar que la ciencia no era contraria a la religión. Como su biblioteca personal era amplia en textos y temáticas, Francesco concibe y materializa la idea de prestarlos por un tiempo establecido a todos aquellos que quieran acceder a la lectura. Se dedica a la enseñanza del canto y de la catequesis pensando en concientizar a las sirvientas de la burguesía turinesa. Entre 1868 y el año siguiente, concretiza un proyecto: la escuela de maestras, utilizando los instrumentos de las ciencias naturales que coleccionaba y los que inventaba, y publica dos textos que utilizará como material didáctico, a saber, SF, y SM. Prepara el manual sobre el cálculo de errores, como así la enseñanza de Geodesia que el Cuerpo del Estado mayor le solicita para la Escuela de Aplicación.
INICIO | CRONOLOGÍA | ORACIONES |PENSAMIENTOS | FOTOS | VÍDEOS
© 2021 Francesco Faà di Bruno