Una cátedra imposible y acceso al sacerdocio
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La cátedra de análisis superior estaba a cargo de Chiò que muere en 1871. Francesco termina de impartir sus cursos y la vacante es una tentación para entrar, al fin, en la universidad. Sus dudas sobre su preparación en el tema lo llevaron a replantearse el puesto, pero finalmente intenta entrar formalmente al mundo académico. Aunque la Facultad de Ciencias de Turín lo acepta, inesperadamente y sin explicaciones, Francesco no accede como “ordinario” a la cátedra. Por esta y las anteriores negativas, por el salario tan bajo, porque siente que está perdiendo su dignidad, y porque hace tiempo tiene la necesidad de hacerse sacerdote (para apoyar aún más las obras de caridad que venía haciendo, para acompañar espiritualmente a las hermanas de la congregación religiosa que había fundado, y ofrecer la eucaristía en el templo que había construido para la oración a los difuntos), decide dejar de lado la carrera académica y dimite la búsqueda de una cátedra ordinaria. El 13 de septiembre de 1875 escribe una carta al Conde Scoplis:

(…) Son 5 años que enseño, elegido por el difunto Prof. Chiò, ¿debo decirlo? Con el estipendio de un cocinero a £ 97 el mes. Repetidamente la Facultad me propone como Prof. Extraordinario. Inútil. S. E. Menabrea me dice que son justos mis lamentos; Betti me tiene mucha estima. Inútil. Sin embargo, los recién llegados a 30 años son Prof. Extraordinarios. Yo con 50 años no puedo más que esperar, aunque también sentir la dignidad. Soy doctorado en París; tengo varios trabajos en todo género. Hablo tres lenguas extranjeras. Sería ahora, si habría continuado, Lugarteniente General. He publicado una gran obra matemática, que es lo que dice el gran geómetra alemán. Pero estoy solo; no soy partidista; no repto; ni doblo la columna vertebral. Quizás este es mi delito. Por eso he decidido retirarme. Si V[uestra] E[minencia] cree decir unas palabras a su amigo en Roma, Betti, Coppino, Menabrea¸etc., tanto mejor. Veremos. Hacia fines de Enero me retiro.
Cerraré los libros; e Italia buscará los mejores hijos (…).

En 1872 publica PO, en 1875 CR, y en 1876, siguiendo las escuelas inglesa y alemana de matemática, su célebre Théorie des formes binaires. Fue ampliamente aceptado por la comunidad internacional: reconocido por James Sylvester, y alabado por Jules Tannery en el Buletin des sciences mathématiques et atronomiques. Será traducido con modificaciones y ampliaciones al alemán por Max Nöther en Jahrbuch über di Fortschritte der Mathematik, y lo utilizará David Hilbert en el curso de 1897 en la Universidad de Gotinga.

A pesar de estas recensiones, Francesco deja para siempre su carrera académica, para hacerse sacerdote. Desde joven que sintió la llamada a hacerse sacerdote porque veía en la vida abnegada de los presbíteros la heroicidad que buscaba. Su vida era esencialmente activa a favor de los más necesitados, y profundamente orante, ya que, según sus conocidos, pasaba largas noches arrodillado ante el santísimo sacramento que, por medio de una hendija, podía ver desde su habitación hacia el interior del templo. Su vida, luego de lo que observó mientras estuvo en la guerra, estaba empapada por el carisma relacionado con la vida después de la muerte. La oración eucarística era, desde los tiempos de Santo Tomás de Aquino, la excelencia por las almas del purgatorio. Buscaba la indulgencia para los más necesitados que estaban en el purgatorio y la celebración eucarística era su momento especial.

Tampoco hay que olvidar que la entrega en el orden sacerdotal era desconocida para Francesco, puesto que algunos hermanos eran presbíteros (y algunas hermanas religiosas), y que en su adolescencia quiso ser sacerdote. Ya en 1855, consideraba que su única meta era la santidad, y que toda su carrera como científico y militar no tenía el mismo valor que antes. Soltero, dedicado a la ciencia y a la caridad, a la oración eucarística, y a su propia Iglesia, el sacerdocio era visto como un camino obvio para la mayoría de las personas que lo conocían, pero no tanto para Francesco, posiblemente por una imagen de sí muy pequeña y una comprensión del sacramento muy grande. Monseñor Ghillardi aconseja a Francesco que lo considere, ya que podría ser de gran ayuda espiritual para las internadas del Instituto: “Señor Caballero, ¿qué espera para ser Sacerdote? Se decide, se pone la sotana y en un breve tiempo será Sacerdote”. El obispo de Mondoví no era el único que veía con buenos ojos la presencia de Francesco en las filas del presbiterio; otros sacerdotes y fieles laicos pensaban que sería muy importante que un ciudadano ilustre, militar, músico, científico, e. e., un “nuevo sujeto político”, acceda a un lugar privilegiado en una Institución milenaria, y que a consideración de varios era signo de atraso y decadencia.

En el momento que Francesco había comenzado las tratativas personales con el titular de la diócesis para acceder al sacerdocio, recibió la noticia de ser llamado “profesor extraordinario” por la Universidad. Este tema era delicado, puesto que Francesco no quería dejar pasar que se remediara un acto de injusticia hacia su persona, e indirectamente a la Iglesia de la cual se sentía un representante en los claustros académicos (aunque no reconocido formalmente, sí socialmente aceptado). Francesco, decide posponer la ordenación para no ir en contra de las nuevas disposiciones del Estado, pero al obispo no le pareció prudente que se pospusiera un año más, negándose a recibirlo.

Por ello, Francesco escribe una carta:

Me permite la Excelentísima Vuestra Reverendísima una profesión de fe. Intento hace un gran bien con la ayuda y bajo la dispensa de V. E., por medio del Conservatorio, de la Congregación y de la Iglesia del Sufragio, que forman una proyección propia, un punto de mira de 18 años de trabajo. Seré afortanudo que V. E. me subvencione como un premio por el coraje por las largas fatigas y continuos sacrificios con permitirme sistematizar y duplicar el bien. Suplico a V. E. que piense que por mucho, por mis pecados y mi indignidad soy el trabajador de la última hora; para ayudarme mucho, pero mucho, en estos 10 años que ahora me avanzan de vida activa y eficaz, puede operar alguno que otro bien y ser un poco de consolación a su paterno corazón, que así, celosamente puede llevar a todas sus ovejas al redil de Cristo. Cuánto sere feliz si bajo sus aupicios y la protección de V. E. Rev.ma, llegó a dar asilo en el Instituto a tantas almas que pueda tener, y mantener con las pequeñas Vestales del Sufragio el fuego sagrado de la devoción hacia las Almas purgantes (…).
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Pero sucede otro contratiempo: Francesco tenía muchas obras de bien que sostener y, aunque declinase su docencia universitaria, sus investigaciones científicas continuaban, por lo que la entrada a los estudios del seminario se complicaba. Había escrito muchos textos religiosos, científicos y catequéticos, por lo que formación no le faltaba. Era un asiduo lector de textos teológicos y filosóficos, y sus relaciones epistolares entre especialistas nunca menguaron. Por ello, solicitó al obispo una dispensa para entrar al seminario, pero mons. Gastaldi se lo negó. Don Bosco y el obispo de Alessandria insistieron, pero la negativa del obispo era inquebrantable.

Para que Franceso alcanzara el sacerdocio se logró, gracias a las tratativas de su hermano Giuseppe, de Don Bosco, y del obispo de Ivrea, una audiencia con el papa Pío IX. En Roma lo recibieron el obispo Julio Lenti (vicedirector del Papa en Roma), y el cardenal Constantino Patrizi (vicario del Papa en Roma). Prepara una carta pidiéndole al Papa la posibilidad de ser sacerdote, entregándosela al jesuita Fantoni, y él a su superior que tenía audiencia privada con Pío IX. La respuesta fue satisfactoria:

Recite, con gozo, el Magnificat. El Señor ha escuchado su deseo. Esta mañana mi Superior ha hablado con el Santo Padre Pío IX, exponiéndole por puntos todo lo que estaba contenido en las cartas que V. S. Ilustrísima me ha dado. Su Santidad está muy complacido, que no fue posible de presentarle la instancia, que del resto no necesita firmarla. Pero tenga por seguro que V. S. Ilustrísima tendrá la misma gracia que tuvo Mons. Mercurelli. Apenas el Santo Padre escuchó de qué se trataba, y cuáles eran los motivos, y dónde radicaba la dificultad, luego lo envió allí para hacer el bien. Preguntó y tendrá una audiencia. Él mismo me pidió que queria, y lo hará. Por lo cual, mi Superior me ha asegurado que V. S. Ilustrísima tenga la cuestión como hecha.

El 24 de agosto se realiza la audiencia privada con el Papa, y éste no solo acepta su pedido, sino que, también, le promete regalarle un cáliz. Comienza a prepararse el 3 de septiembre de 1876 y el 22 de octubre el cardenal Oreglia di Santo Stefano lo ordena sacerdote. Su primera misa la realiza en soledad, lejos de sus religiosas, que los laicos que colaboraban en Turín, de familiares, amigos, y de todos los que dependenían de él.

Luego de su estancia en Roma, Francesco tuvo que “exiliarse” en Alessandria porque el titular de la diócesis de Turín no le agradó que haya pasado por alto sus indicaciones. Este “mezzo prete” como lo denominaba el obispo, Don Bosco, Murialdo, y tantos santos del siglo XIX trajeron muchas complicaciones a una iglesia aristocrática y alejada de las necesidades del pueblo, pero lograron ser un bastión militante en defensa de la fe y de las clases más empobrecidas de la Revolución Industrial, como así ser ejemplo viviente de lo que luego se plasmaría como Doctrina Social de la Iglesia. A partir del ruego de los fieles, el 1 de diciembre de 1977 puede incardinarse en su diócesis y oficiar misa en el templo que había construido.

Ya sacerdote sus obras de bien continuaron, fundando la Pía casa de preservación (lugar de refugio para madres jóvenes), el Instituto San José (en Benevello de Alba, para ayudar a los jóvenes en estado de miseria total), un internado para los hombres de campaña, la Escuela de Alumnas y Maestras e Institutrices.

Crea una tipografía para publicar sus libros y darles trabajo a una cantidad creciente de personas, inventa y patenta el “despertador eléctrico”, y puede ver la primera vestición de las novicias de su congregación, publica artículos matemáticos en American Journal of Mathematics, The Quarterly Journal of Pure and Applied Mathematics, Comptes Rendus de l’Académie des Sciences de Paris, y Journal für die reine und angewandte Mathematik y Nachrichten von der k. Gesellschaft der Wissenschaften, Göttingen, y comienza su tratado en tres tomos sobre funciones elípticos pero que quedará inconcluso por su temprana muerte. Sólo pudo publicar el segundo volúmen que versaba sobre el tratamiento clásico al tema (recibió elogios de parte de Joubert y críticas de Stouff).

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